viernes, 10 de mayo de 2013

Joan Boronat Lecha.

Querría compartir una reflexión sobre la carta al director publicada ayer referente a Suiza, pero que podría
concernir a cualquier comunidad. Según algunos diccionarios, xenofobia es: odio, repugnancia u hostilidad hacia otros pueblos.



Que los autóctonos defiendan sus derechos con leyes democráticas para evitar, sin hostilidad, odio o repugnancia, la implantación de costumbres forasteras, vengan de donde vengan, no se puede catalogar de xenofobia o racismo. Lo que se pretende es la supervivencia cultural por el bien de la comunidad, sean autóctonos o población integrada. No se puede acusar de racistas o xenófobos a personas que, en el ámbito privado, tienen un trato amigable y sincero con gente de orígenes o razas diversas que son amigos, vecinos o compañeros de trabajo, llegando incluso a uniones familiares pero que, en el ámbito colectivo, no ven bien la permisividad e implantación de algunas costumbres ajenas que, en algunos casos, puedan significar un desafío por parte de los forasteros hacia los autóctonos y, por tanto, un detonante que pueda provocar racismo recíproco.


 Hay que respetar y permitir a los forasteros llevar una vida digna junto a los autóctonos, aceptando de ellos incluso determinados aspectos constructivos; pero no es justo que estos impongan sus costumbres, y mucho menos sus leyes.



Que la masificación de inmigrantes pueda provocar problemas en el ámbito laboral es otro tema.
El comportamiento lógico de los forasteros debería ser integrarse en la comunidad que les acoge, no convertirse en colonos que rivalizan por conseguir espacio para su comunidad, su lengua y su cultura

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